Descarnado retrato de la Sudáfrica segregacionista
La oposición entre el campo y la ciudad, los prejuicios raciales entre blancos y negros, el matrimonio como imperativo social…todos estos temas tienen cabida en Canta la hierba, la primera novela que Doris Lessing, ganadora del Premio Nobel de Literatura de 2007, escribió en 1950, en plena época del apartheid sudafricano.
El libro narra la historia de Mary Turner, una mujer blanca nacida en África e hija de unos pobres granjeros que, tras abandonar la escuela, consigue un trabajo de secretaria en la ciudad. Allí disfruta de una existencia cómoda viviendo en una residencia femenina y rodeada de un buen círculo de amigos. Así transcurre su despreocupada y tranquila vida; pasan los años y sus amigas comienzan a casarse mientras que Mary continúa soltera y apenas muestra interés por los hombres. Pero, un día, cuando escucha una conversación entre sus amigas en la que critican que aún no se haya casado, Mary comenzará a darle vueltas a la idea. Y acabará conociendo a Dick Turner, un humilde granjero con el que se casará y se mudará al campo, donde Mary se reencontrará con la pobreza de la que tanto había huido.
Conocemos el destino de la protagonista desde la primera página y será un narrador omnisciente el que nos reconstruya los hechos que han conducido a Mary a este inexorable final. Según iba leyendo me iba alcanzando esa desolación que desprenden sus dos protagonistas: Mary, una mujer vapuleada por una infancia pobre al lado de un padre alcohólico y que sucumbe a las convenciones sociales casándose con un hombre del que no está enamorada; Dick, un hombre aislado en su granja y preocupado por la soledad y por no verse arrastrado por las deudas. Como telón de fondo de todo ello, el racismo del apartheid que aporta crudeza e hizo que me estremeciera ante algunas de las escenas narradas:
«Mary se había olvidado de la comida del criado; nunca pensaba en los nativos como en seres que necesitasen comer o dormir; estaban allí o no estaban, y nunca se paraba a reflexionar sobre la existencia que debían llevar cuando los perdía de vista»
A pesar de que actitudes como la anteriormente descrita me provocaron que cogiera cierta manía a Mary, lo cierto es que este odio entre blancos y negros – un odio mutuo, por otra parte – en aquella época era una más de las rígidas e injustas convenciones sociales:
«Ella nunca se había relacionado con nativos en calidad de ama. Le estaba vedado dirigirles la palabra a los criados de su madre; en la residencia se portaba amablemente con los camareros; pero el «problema negro» se reducía para ella a las quejas proferidas a la hora del té por otras mujeres a propósito de sus sirvientes. Ella los temía, por supuesto; a todas las mujeres de Sudáfrica les inculcan ese temor hacia ellos.»
Todo ello se desarrolla en una humildísima granja aislada en medio de la naturaleza que contrasta con el «civilizado» mundo de la ciudad que Mary había dejado atrás. Y que la retorna a esa infancia junto a sus padres de la que tanto había querido huir:
«Las alacenas eran latas de gasolina pintadas y cubiertas con cortinas de tela floreada. No había puerta entre aquella habitación y la contigua, sólo una pesada colgadura de arpillera bordada profusamente con lana roja y negra […] Continuó detallando la historia de cada objeto y ella cayó en la cuenta de que todo lo que a sus ojos era pobre y patético, para él representaba una victoria sobre la incomodidad y, lentamente, se apoderó de ella la sensación de que en realidad no se hallaba en esa casa, con su marido, sino otra vez con su madre, presenciando sus interminables desvelos por ahorrar, remendar, zurcir…»
A destacar: Doris Lessing consigue que asistamos página a página a la degradación social, económica, moral y psicológica de sus protagonistas, especialmente de Mary. Desde el inicio descubrimos su destino pero tenemos que leer toda la novela para comprender mejor los porqués. La narración comienza pausada: el calor y el aislamiento en un escenario de pobreza son descritos con minuciosidad. Hacia la mitad, el tono se vuelve más álgido hasta desembocar en la destrucción moral de los personajes. Unos personajes que se debaten entre las convenciones y los prejuicios de la época y los deseos o dictados de su conciencia:
«Mary se encontraba sentada sobre una caja de velas invertida ante un espejo clavado en la pared. Iba vestida con una enagua de color rosa subido que contrastaba con la palidez de los hombros huesudos. A su lado estaba Moses y, mientras Tony los observaba, ella se levantó y estiró los brazos para que el nativo le pusiera el vestido desde atrás.
Título: Canta la hierba
Autor: Doris Lessing
Editorial: Zeta Bolsillo
Páginas: 272
Precio: 10 €
Valoración:
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