Tierna y melancólica vuelta a la infancia
Durante el mes de noviembre me he ido apuntando a varias lecturas conjuntas y/o simultáneas de libros que me apetecían leer, bien porque me llamaban la atención o porque ya los tenía en la eterna lista de pendientes (algún día, cuando deje mi Síndrome de Diógenes, conseguiré que baje la pila de libros por leer).
Pues bien, como decía, descubrí que los blogs Pandascanread, El bosque de Marbaden y El laberinto de la sirena organizaban una lectura de El océano al final del camino de Neil Gaiman y decidí apuntarme. De este libro había escuchado y leído buenas críticas y como al autor ya lo conocía por Coraline…era el momento perfecto para lanzarme a leer otra historia suya.
El océano al final del camino comienza tras un funeral al que asiste el protagonista, un hombre de 47 años del que nunca conocemos su nombre y que es el narrador de la historia. Tras la ceremonia, este hombre decide cambiar el rumbo y, en vez de continuar con la triste celebración, regresa a un paraje rural donde hacía décadas estaba su casa de la infancia, en la que había vivido desde los cinco hasta los doce años. Continúa conduciendo hasta llegar al final de aquel camino y, poco a poco, los recuerdos le van sumergiendo en aquella época en la que conoció a una niña, Lettie Hempstock, que vivía en una granja junto a su madre y su abuela. Una peculiar granja rodeada de secretos, poderes sobrenaturales y un estanque muy pequeño que, en verdad, era un océano.
Neil Gaiman nos presenta en El océano al final del camino una historia a medio camino entre el realismo y la fantasía, con personajes de carne y hueso pero también tintes y elementos fantásticos. Y todo para elaborar un cuento en el que un adulto, tras el funeral de su padre, vuelve a una infancia en la que vivió momentos que han quedado grabados en su memoria, como la amistad que forjó con la vecina que habitaba aquella granja del final del camino.
Lo que más me ha gustado de esta novela es, precisamente, la manera en que Neil Gaiman construye al personaje protagonista, ese adulto que se vuelve un niño de siete años al narrar sus recuerdos y el aura tierna y melancólica que envuelve toda la historia.
“Ya había estado allí mucho tiempo atrás, ¿no? Estaba seguro de que sí. A veces los recuerdos de la infancia quedan cubiertos u oscurecidos por las cosas que sucedieron después, como juguetes olvidados en el fondo del armario de un adulto, pero nunca se borran del todo”.
Este niño celebra su séptimo cumpleaños en soledad ya que a su fiesta no acudió ningún amigo. Apenas tiene amigos, quizás los más fieles sean sus libros. Neil Gaiman ha sabido darle el punto justo de inocencia, ternura y melancolía a este niño convertido en adulto que vuelve a sus recuerdos. Resulta notable la manera en que caracteriza a este muchacho, con unos pensamientos que desprenden ternura e inocencia…Es imposible no sentirse emocionado con lo que expresa este chico y cómo se refugia de la soledad que a veces siente.
“Me encantaba leer. Me sentía más seguro en compañía de un libro que de otras personas. […] No recuerdo haberle preguntado nunca a ninguno de mis compañeros de clase por qué no había venido a mi fiesta. No me hacía falta preguntar. Después de todo, ni siquiera eran mis amigos. Solo eran mis compañeros de clase. Tardaba en hacer amigos, cuando los hacía. Tenía mis libros, y ahora tenía un gatito”.
Además del protagonista, otros personajes con tintes sobrenaturales pueblan la novela y consiguen dar el punto justo de fantasía a la historia: un lobo manta; Ursula Monkton, una gobernanta-niñera que viste de rosa y gris y mira de forma extraña a nuestro protagonista; un minero que se hospeda en la casa del joven, la anciana señora Hempstock y, especialmente, la pequeña Lettie.
El océano al final del camino ha sido una historia sencilla que me ha sorprendido por la delicadeza con la que Neil Gaiman la narra, la manera en que el chico de siete años cuenta los sentimientos que tenía durante una infancia en la que no era feliz y las diferencias que encuentra con el mundo de los adultos. Una excelente forma para reflexionar sobre el paso del tiempo y sacar a relucir aquel niño que todos somos y a veces olvidamos.
“Los adultos siguen caminos. Los niños exploran. A los adultos les gusta recorrer siempre el mismo camino, cientos de veces, o miles; puede que nunca se les ocurra salirse de su ruta, arrastrarse bajo los rododendros, encontrar los huecos en las vallas. Yo era un niño, lo que significaba que conocía mil y una maneras de salir a la carretera sin pisar siquiera el sendero que llevaba hasta la puerta”.
A destacar: Un personaje protagonista que emociona por lo que cuenta, por los sentimientos que expresa y cómo los expresa, con la dosis perfecta de ternura y melancolía. Toda una mezcla de personajes reales y simbólicos que añaden un toque metafórico y fantástico a una historia plagada de recuerdos que pueden disfrutar especialmente tanto jóvenes como adultos, sobre todo si han olvidado que un día también fueron niños.
Autor: Neil Gaiman
Editorial: Roca Bolsillo
Páginas: 320
Precio: 12,95 €
Valoración:
Comentarios recientes