Amsterdam o la ética periodística…
Leer al genial Ian McEwan comienza a ser todo un disfrute. Y digo comienza porque tan sólo había leído una novela suya, Chesil Beach, que me encantó. Aún tengo en la recámara Expiación, de la que vi la película. Normalmente soy de leerme el libro antes de ver la película. Pero como ya la había visto, decidí igualmente comprarme la novela y no quedarme con las ganas de ver cómo era la historia original sobre el papel, ya que en la gran pantalla me había parecido excelente. Aunque, a veces, se te cruzan libros en el camino y, poco a poco, vas postergando unas lecturas por otras. Esto me ha pasado con Amsterdam, un relato también de Ian McEwan, publicado por Anagrama, que se ha colado últimamente entre mis lecturas, como consecuencia de una improvisada visita a la biblioteca (que son las visitas que más me gustan). La novela, premiada con el Booker en 1998, ha sido todo un disfrute. ¡Que sigan cruzándose lecturas así!
Amsterdam comienza con un funeral, el de Molly Lane, una mujer de cuarenta y seis años de edad. Esta mujer apasionada y libre es el nexo de unión de los principales personajes que protagonizan la novela, los cuatro hombres con los que compartió distintas etapas de su vida. Clive Linley es un famoso músico que intenta componer la sinfonía del milenio; Vernon Halliday, periodista y director del periódico El juez; George Lane, el multimillonario marido que cuidó a Molly en sus últimos días aislándola casi totalmente del exterior; y Julian Garmony, el actual ministro de Asuntos Exteriores y candidato a primer ministro con el que mantuvo una relación muy íntima y secreta. Todos ellos muy diferentes entre sí, pero unidos por la atracción que Molly les produjo.
El fallecimiento de Molly embriagará de nostalgia especialmente a dos de sus amantes, Vernon y Clive, que rememorarán aquellos años que vivieron junto a ella en la década de los sesenta, cuando eran unos jóvenes idealistas. Pero también les provocará dudas…¿qué era lo que vinculaba a Molly con Garmony, el ministro de Asuntos Exteriores? Ninguno de los dos alcanza a comprenderlo hasta que unas comprometidas fotos de éste y Molly caen en poder de Vernon. A partir de aquí, la novela plantea una original reflexión sobre temas como la ética periodística, la moral o el derecho a la privacidad. ¿Hasta dónde llega la ética en los medios de comunicación? ¿Es lícito publicar unas fotografías privadas sólo para aumentar la tirada de un periódico?
McEwan, a través de los encuentros y desencuentros de Vernon y Clive, nos plantea este debate que siempre parece estar de actualidad. A lo largo de la trama, además, el lector irá descubriendo cómo ha evolucionado la vida de ambos personajes, qué vínculos les unían con Molly, y qué ideales parecen haber ido dejando en el camino. Entre melodías, política y periodismo se va trazando además un perfil de la mujer que era Molly pero también de quienes eran sus amantes y qué unió a tipos tan dispares.
«Molly solía decir que lo que más le gustaba de la casa de Clive era que él llevara viviendo en ella tanto tiempo. En 1970, cuando la mayoría de sus contemporáneos seguían habitando cuartos alquilados y varios años antes de que pudieran comprarse los primeros apartamentos en húmedos semisótanos, Clive heredó de un tío rico y sin hijos una enorme casa de estuco con un estudio de dos alturas- construido ad hoc en la tercera y cuarta plantas – cuyos vastos ventanales arqueados daban al norte y a una vasta urdimbre de tejados inclinados. En consonancia con su tiempo y su propia juventud -tenía veintiún años-, había pintado los muros exteriores de un tono violáceo, y abierto las puertas a sus amigos, la mayoría de ellos músicos».
Una de los puntos fuertes que destacan en la obra son los diálogos, repletos de realismo pero también de una sutil ironía en la que se aprecia el genuino estilo de McEwan. El resultado es una prosa que combina la agilidad en estos diálogos con unas descripciones más detalladas y emotivas que inciden en los recuerdos que Clive y Vernon tienen de lo que compartieron junto a Molly. Quizás por deformación profesional me ha entusiasmado la trama que rodea al trabajo de Vernon en el periódico. En plena crisis del papel, lucha por sacar adelante la publicación y tiene que verse con el dilema de traicionar a Molly publicando las fotos comprometidas del ministro Garmony o, actuar de manera ética, y dejar pasar la última oportunidad para sacar a flote un medio de comunicación que amenaza con cerrar. Asimismo, las reuniones de redacción están llenas de afiladas ironías que escapan entre los pensamientos de Vernon y me han resultado especialmente divertidas.
Amsterdam es un relato excelente con el McEwan se convierte en uno de mis escritores más apreciados. Gracias al escándalo de unas fotografías, uno acaba conociendo y rememorando junto a Vernon y Clive el pasado de aquellos años sesenta y se adentra en la personalidad de los hombres de Molly, que tras morir su antigua amante ven más cerca una vida adulta en soledad. Una historia que tiene muy en cuenta las cuestiones éticas y los entresijos ocultos que a veces se mueven en la maquinaria política o el periodismo.
A destacar: Una irónica trama, centrada en dos emotivos personajes y repleta de diálogos ágiles, que gira en torno a la moral y la ética periodística.
Título: Amsterdam
Autor: Ian McEwan
Editorial: Anagrama
Páginas:198
Precio: 16 €
Valoración:
Me interesa y mucho ese debate de la ética en los medios e comunicación, y lo que he leído de Ian McEwan me ha parecido interesante, así que anotado me lo llevo. Gracias.
Un abrazo