Sutil relato del pasado y la familia
Es la primera vez que leo algo de este autor, Kazuo Ishiguro, nacido en Nagasaki pero residente desde los cinco años en Gran Bretaña. Y volveré a repetir con más obras suyas porque Pálida luz en las colinas me ha encantado. El libro cuenta la historia de Etsuko, una japonesa de cincuenta años instalada en Inglaterra que, al comienzo de la novela, acaba de recibir la visita de su hija Niki. A ambas las acompaña una tragedia familiar, el suicidio de Keiko, la hija mayor de Etsuko. La visita de Niki servirá a Etsuko para rememorar su pasado, su vida en el Nagasaki de los años cincuenta, y recordar aquella singular amistad que estableció con su vecina Sachiko y la hija de ésta, la pequeña Mariko, en un Japón que aún se recuperaba de la terrible bomba atómica.
Desde el comienzo de la novela, Pálida luz en las colinas me sorprendió por la sutileza de sus diálogos. Son diálogos en los que se palpan los silencios de sus personajes, muy pausados, especialmente cuando hablan de aquello que resulta incómodo de expresar o difícil de afrontar, como el suicidio de Keiko o las peculiares reacciones de Mariko. A esto ayuda además que la narración está envuelta en una atmósfera misteriosa, lo que aumentaba mis ganas de leer, de descubrir qué secretos rodeaban a estos personajes que callan más que expresan, que parecen no decir todo lo que piensan y llevar años escondiendo reproches que no terminan de salir:
«Hasta el segundo día no mencionó a Keiko. Era una mañana de viento, gris, y habíamos acercado los sillones al ventanal para ver caer la lluvia en el jardín.
– ¿Esperabas que fuese? – me preguntó-. Al funeral, quiero decir.
– No, supongo que no. En realidad, no pensé que fueras a ir.
– Me desconcertó oír hablar de ella. Estuve a punto de asistir.
– En ningún momento conté con que fueses.
– La gente no sabía lo que me pasaba – dijo -. No se lo conté a nadie. Supongo que me sentía violenta. En realidad, nadie lo habría comprendido. Nadie habría comprendido mi actitud. La gente piensa que las hermanas son personas a las que estás muy unida. Quizá no les tienes mucho aprecio, pero estás muy unida a ellas. Sin embargo, no era ése mi caso. Ahora ni siquiera recuerdo su aspecto.»
Otra parte importante del relato es el escenario al que Etsuko nos traslada en su memoria, a aquel Nagasaki de los años cincuenta que todavía intentaba salir adelante pese a la reciente guerra y la abominable bomba atómica. Etsuko vive con su marido en un barrio al este de esta ciudad. Su casa se encuentra muy cercana a un río, separados una y otro por una extensión de tierra baldía donde se acumula barro seco y zanjas. Cerca de allí, en un viejo caserón de madera, vive su vecina Sachiko con su hija Mariko. Este Japón en reconstrucción, los edificios prefabricados, el descampado, los raíles del ferrocarril, las colinas y esa pálida luz del sol impregna varios pasajes de la obra:
«Recuerdo con toda claridad aquella tarde en la parada del tranvía. Era uno de los primeros días en que brillaba el sol después de la estación lluviosa de junio, y a nuestro alrededor las superficies de ladrillo y cemento completamente empapadas se estaban secando. Estábamos en un puente del ferrocarril, y, a un lado de los raíles que había al pie de la colina, podía verse un grupo de tejados, como si un montón de casas se hubiese desmoronado por la pendiente.»
A destacar: Pálida luz en las colinas es una novela que engancha por la calidad de su narración, repleta de silencios y con diálogos envueltos en una atmósfera gris, que nos lleva a medio camino entre el presente y el pasado, entre la Inglaterra de los años ochenta y el Japón de los años cincuenta. Cuenta con unos personajes secundarios de gran calado como Ogata-San o la señora Fujiwara que ayudan a comprender las heridas de la bomba atómica y del paso del tiempo. Un libro que habla de las tragedias familiares, de los silencios y reproches entre padres e hijos desde un tono delicado. Un sutil relato del pasado y la familia que aborda temas tan complejos como el suicidio sin caer en el dramatismo:
«Esta mañana me estaba acordando del día en que fuimos allí de excursión. Las colinas que dominan el puerto son de una gran belleza […] Keiko fue muy feliz aquel día. Nos subimos al teleférico. […] Es sólo un bonito recuerdo, eso es todo.»
Título: Pálida luz en las colinas
Autor: Kazuo Ishiguro
Editorial: Anagrama
Páginas: 208
Precio: 8 €
Valoración:
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