Una fresca y espontánea historia de amor y amistad

Nuevamente incluyo en el blog otro título de la editorial Libros del Asteroide que tanto me gusta. Esta vez se trata de una historia de amistad y amor a través del tiempo: ¡Melisande! ¿Qué son los sueños? de Hillel Halkin, primera novela que este escritor publicó a sus 73 años.

¡Melisande! ¿Qué son los sueños? narra la amistad que se forja entre Hoo, Ricky y Mellie en Nueva York a finales de los años cincuenta. Los tres jóvenes son compañeros de clase y escriben en la revista literaria de su instituto. Entre charlas de filosofía, política y literatura la amistad entre los tres nacerá y se consolidará mientras que viven una época también de grandes cambios sociales, desde el macarthismo hasta las protestas contra la guerra de Vietnam.

Pero lo más interesante de esta novela es que se inicia décadas después, cuando Hoo se ha convertido en catedrático de filosofía y se encuentra en un aeropuerto a un antiguo compañero de instituto que le pregunta por Ricky y Mellie. Lo que creíamos que iba a ser novela de amistad adolescente al uso se convierte en la rememoración que Hoo hace de esos años de adolescencia y, sobre todo, de la entrañable historia de amor entre él y Mellie. Todo ello se intercala con fragmentos de poemas;  reflexiones políticas, filosóficas o literarias e, incluso, leyendas.

Desde el momento en que  Hoo rememora su historia de amor con Mellie la historia adquiere otra perspectiva y sólo cuando llegamos hasta el final y encajamos todas las piezas podemos entender lo importante que fueron aquellos años de adolescencia para el protagonista y, sobre todo, lo importante que es Mellie en su vida. Durante toda la obra descubrimos cómo se fraguó la amistad entre los tres muchachos pero según va avanzando la lectura Hoo y Mellie se convierten en los protagonistas indiscutibles. La naturalidad y complicidad con la que se describen algunas escenas de su vida en pareja resultan muy emotivas:

«- Muy bien- dijiste-. Si te da vergüenza, iré yo. Pero ni se te ocurra volver a jugar a las construcciones con mi fregadero otra vez.

– También es mi fregadero- dije yo-. Y haré lo que quiera con él.

– Deja de gritar.

También tú gritabas. Me marché y di un portazo sin llevarme la llave.

Aquella fue nuestra primera discusión. Después de la segunda ya sabes que no es el fin del mundo, pero con la primera crees que sí.»

A pesar del paso del tiempo, Hoo sigue conservando algunas de aquellas notas que Mellie le solía escribir y que ella dejaba entre las páginas de algún libro para que aquél las descubriera. Pero, sobre todo, resulta emotivo el hecho de que Hoo mantenga esos recuerdos con total nitidez, de que el paso del tiempo no haya mermado su historia amor hacia Mellie a pesar de las discusiones, desconfianzas y otros conflictos que suceden a lo largo de estas páginas.

¡Melisande! ¿Qué son los sueños? me ha gustado por ser una novela que ofrece una visión realista y fresca de una historia de amor rememorada tiempo después. No obstante, creo que el autor no ha encontrado el equilibrio entre la historia de amistad y la historia de amor: al principio, se centra demasiado en la trama de amistad de los tres protagonistas, desarrollando especialmente la personalidad de Ricky – ¿era necesario narra con tanto detalle su viaje a la India? – para luego volver con Hoo y Mellie. Creo que esa falta de equilibrio entre una historia y la otra así como las digresiones insertadas – ¿por qué se incluye una leyenda de repente? – dificultan la que para mí debería ser la trama principal, la relación entre Hoo y Mellie.

A destacar: La espontaneidad y frescura con la que el autor describe la amistad y posterior relación amorosa entre Hoo y Mellie. Los detalles sobre Mellie y la ternura con la que Hoo evoca sus sentimientos dan emotividad a la trama:

«- Una carrera hasta la cabaña.

– Te mataré cuando lleguemos – dijiste.

Fuimos chapoteando hasta la orilla. Llegué el primero a la cabaña y cogí una toalla. Te castañeteaban los dientes. Te sequé y te deshice la trenza y te sequé un largo pelo y después te di la toalla y tú me secaste a mí. Encendí las toallas de papel arrugadas y la llama prendió. Extendí una manta frente a la chimenea y nos tumbamos.

– Ahora mátame – dije yo.»

 

Valoración: